En este lugar privilegiado, podemos admirar una inmensa extensión de costa atlántica, desde S. Bartolomeu do Mar hasta Viana do Castelo.
Si volvemos nuestra atención hacia el interior, las elevaciones de la “Serra da Nogueira”, del Monte Crasto y de la Serra d'Arga nos hacen percibir que estamos en una lengua de tierra agrícola, encajada entre el mar y el acantilado fósil, a la que se siguen los primeros relieves de monta en el sentido del interior del territorio. El paisaje agrícola de esta región está marcado por los campos de una gran fertilidad, capaces de hacer crecer cereales y hortalizas. Casi planos y protegidos de los vientos por setos naturales o hechos por el hombre, estos campos son ricos desde la Edad Media, y codiciados por todos. La estructura de propiedad es compleja, encontrándose situaciones en que las herencias sucesivas hacen del territorio una manta de retazos de propiedades. Los bosques de pequeñas dimensiones puntuan aún el paisaje, dejados como reserva de matorral, de caza y de protección contra los vientos que a veces fustigan esta tierra casi plana.
A lo lejos podemos avistar el cordón de dunas, protección natural de estos campos agrícolas contra los ímpetus, a veces violentos, del Atlántico.
En el norte podemos ver el tramo final del valle del Neiva, límite del municipio de Esposende, y que contribuye también a la frescura y fertilidad de estas tierras.